Los Protocolos de los Sabios de Sión y los Jesuitas
20 jun 16. Según Alberto Rivera, ex-jesuíta canario que abandonó la
Orden y fue envenenado en 1997, antes de la Primera Guerra Mundial “una
poderosa fuerza de judíos ricos maniobraba para recuperar Jerusalén”
(Jack T. Chick, Los Padrinos, Chick Publ., p. 10).
Ver: El jesuita canario que denunció la conspiración mundial
Ver: Los Protocolos de los Sabios de Sión
Debido a que ellos estaban bloqueando los intentos del Vaticano por
apoderarse de Jerusalén, decidieron elaborar un plan para destruir a los
judíos en Europa, “…los jesuítas ordenaron a ciertos judíos leales al
papa que escribieran un documento llamado “Protocolo de Sión”. Cuando
fuera publicado los europeos se pondrían furiosos.” El nombre completo
de este libro es The Protocols of the Learned Elders of Zion (Los
Protocolos de los Ancianos Sabios de Sión).
Según Richard Abanes, este libro fue compilado entre 1872 y 1895 por
uno o varios autores, y publicado a comienzos de la primera década del
siglo XX.
Supuestamente era “un registro textual de veinticuatro reuniones
secretas de líderes de una conspiración de los judíos, que anunciaron su
determinación de desbordar todos los países y religiones de los engaños
de la democracia y el socialismo, y sustituirlos por un imperio mundial
judío” (American Militias, p. 137).
Abanes indica que este libro pudo contener elementos de la obra
escrita por el jesuíta Abbé Barruel. Otros estudiosos, como el profesor
de historia Norman Cohn, indicaron que este mito de “la conspiración
mundial de los judíos”, en la que se basó el libro Los Protocolos de
Sión, se remonta en el pasado a la obra del jesuíta Abbé Barruel (All
Roads Lead to Rome?: The Ecumenical Movement, p. 100).
Este libro fue otro engaño más de los jesuítas, y otra cortina de
humo arrojada para esconder la obra que ellos mismos hacían tras
bastidores. El libro Los Protocolos de Sión cayó en manos de Adolfo
Hitler en 1918, y cuando llegó al poder en 1933 se usó como texto básico
en las escuelas. Sus ideas fueron tomadas por el padre jesuíta
Staempfle, quien escribió el libro titulado Mein Kampf (Mi Lucha), y fue
firmado por Hitler (Ibíd., p. 133; The Secret History of the Jesuits,
pp. 138,168).
Este libro fue “el plan jesuíta para que Hitler tomara control de Alemania” (Los Padrinos, p. 19).
Hitler fue reconocido en 1941 por el cardenal Spellman de Nueva York
como el “enviado de Dios” (All Roads Lead to Rome? The Ecumenical
Movement, p. 161).
El “Führer” era tan sólo una pieza dentro del plan del General
Superior de la Orden de los jesuítas o El Papa Negro, que en aquel
entonces fue Halke von Ledochowski, un ex-general del ejército de
Austria. El plan de Ledochowski era “el sueño de joven del papa Pío XI”,
o sea, “una federación de naciones católicas en Europa central y
oriental: Austria, Bohemia, Polonia, Hungría, Croacia, y obviamente,
Bavaria.” (The Secret History of the Jesuits, pp. 128,129).
De estas, Bavaria y Hungría tendrían preeminencia, y serían
gobernadas por el monseñor jesuíta Seipel, canciller de Austria (Ibíd.,
pp. 139,171).
En otras palabras, el plan del Papa Negro y del Vaticano era
planificar, financiar y llevar a cabo la Segunda Guerra Mundial para
establecer un imperio papal en Europa.
Hitler, un devoto católico romano, fue ascendido al poder con la
ayuda del monseñor Klass, jefe del partido católico (Ibíd., p. 129).
Hitler era el ‘elegido’ del Vaticano que realizaría el plan
previamente diseñado por el Papa Negro Ledochowski, “bajo el patrocinio
de la Santa Sede, con la ayuda de Franz von Papen, y del nuncio de
Munich, entonces Berlín, el monseñor Pacelli [que luego fue el papa Pío
XII]” (Ibíd., p. 128).
Hitler transfirió la organización estructural de los jesuítas a su
partido: “Aprendí mucho de la Orden de los Jesuítas”, dijo Hitler…”Hasta
ahora, nunca ha habido algo más grandioso en la tierra que la
organización jerárquica de la Iglesia Católica. Transferí mucho de esta
organización a mi propio partido. Voy a decirles un secreto: estoy
fundando una Orden; en mis ‘Burgs’ de la Orden levantaremos una juventud
que hará temblar al mundo”. Entonces Hitler se detuvo, diciendo que no
podía hablar nada más.” (Hitler, citado por Michaele Schmaus en Ibíd.,
p. 164; parcialmente en Jack T. Chick, Cortinas de Humo, Chick Publ., p.
20).
Esta Orden a la que Hitler se refería fue el conocido Escuadrón de
Defensa paramilitar del partido nazi: la S.S. (Schutzstaffel), también
conocidos como los “Camisas Negras”.
Esta orden fue organizada por el Papa Negro Halke von Ledochowski, y
dirigida desde el 1929 por Kurt Heinrich Himmler, un devoto católico
sobrino del padre jesuíta Himmler. En una ocasión Hitler dijo de
Heinrich: “en Himmler yo veo a nuestro Ignacio de Loyola.” (Libres
Propos, citado por Semlyen, All Roads Lead to Rome?: The Ecumenical
Movement, p. 133).
Su tío, el padre jesuíta Himmler, era “el mismo ojo y brazo” de Halke
von Ledochowski, el General Superior de la Orden de los jesuítas (Ibíd.,
p.134).
La misma organización y principios de esta orden fueron usados para crear la S.S. alemana.
La organización S.S. ha sido constituída por Himmler de acuerdo a los
principios de la Orden Jesuíta. Sus regulaciones y los Ejercicios
Espirituales prescritos por Ignacio de Loyola fueron el modelo que
Himmler trató, exactamente, de copiar. El título de Himmler como jefe
supremo, conocido como Reichsfuhrer SS, debía ser equivalente al de
General Jesuíta, y toda la estructura de la directiva era una imitación
parecida al orden jerárquico de la Iglesia Católica. Un castillo
medieval restaurado cerca de Paderborn, en Westfalia, llamado
Webelsbourg, fue lo que pudo haberse llamado el monasterio S.S.
El conde Halke von Ledochowski, general de los Jesuítas, estaba listo
para organizar, bajo la base común del anticomunismo, alguna
colaboración entre el Servicio Secreto Alemán y la Orden de los
Jesuítas. Como resultado, dentro del Servicio Secreto Central de la S.S.
se creó una organización, y la mayoría de sus puestos directivos fueron
ocupados por sacerdotes católicos portando el uniforme negro de la S.S.
“El padre jesuíta Himmler fue uno de sus oficiales superiores.” (The
Secret History of the Jesuits, pp. 164,168; parcialmente en Cortinas de
Humo, p. 20).
Heinrich Himmler, posteriormente, ganó el control de la policía
secreta del estado o la Gestapo (Geheine Staatspolizei), creada para
suprimir la oposición contra el régimen de Hitler. Tanto la S.S. como la
Gestapo estuvieron a cargo de los campos de concentración para
exterminar a los judíos. Luego, Himmler fue nombrado ministro del
interior, director del frente de operaciones y jefe de las fuerzas
armadas alemanas.
Franz von Papen fue un diplomático y vice-canciller católico del
gobierno nazi, que en colaboración con el nuncio de Berlín, el monseñor
Pacelli (el futuro papa Pío XII), ambos jugaron un rol importante en:
(1) la destrucción de la República de Weimar.
(2) el ascenso de Adolfo Hitler al poder, ayudado por el monseñor Klass, líder del partido católico alemán, y por los obispos.
(3) que Alemania firmara un Concordato con el Vaticano en 1933 (The Secret History of the Jesuits, pp. 93,128-130).
En una ocasión von Papen declaró: “El Tercer Imperio es la primera
fuerza mundial que no solamente reconoce sino que pone en práctica los
altos principios del papado” (All Roads Lead to Rome?: The Ecumenical
Movement, p. 134; Cortinas de Humo, p. 20).
Pero von Papen nunca dijo que cuando la S.S. y la Gestapo pusieron en
práctica “los altos principios del papado” en los campos de
concentración, lograron entre 6 y 8 millones de víctimas.
Jorge Guerra
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