“Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en
animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en
humanos (linfoma no Hodgkin)” y por otra parte el herbicida “también
causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas”. De ese
modo, la Organización Mundial de la Salud confirmó lo que hace más de
una década afirman pueblos fumigados, vecinos en lucha, organizaciones
sociales y académicos que no responden al sector empresario. Detalles de
informe, en esta crónica exclusiva para
lavaca Darío Aranda.
Andrés Carrasco y las Madres de Ituzaingó, Córdoba.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), máximo espacio
internacional en materia sanitaria, acaba de alertar sobre la
vinculación del herbicida glifosato (el más utilizado en el mundo) y el
cáncer. Confirmó que existen “pruebas” de que el herbicida puede
producir cáncer en humanos y en animales de laboratorio. “También causó
daño del ADN y en los cromosomas en las células humanas”, alerta el
trabajo científico y detalla que se detectó glifosato en agua,
alimentos, y en sangre y orina de humanos. El glifosato se utiliza de
manera masiva en soja y maíz transgénicos (entre otros cultivos) y desde
hace más de diez años es denunciado por organizaciones sociales,
campesinas, médicos y científicos independientes de las empresas.
300 millones de litros
En Argentina se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas,
volcando a los suelos más de 300 millones de litros de glifosato cada
año. Los campos de soja transgénica, maíz y algodón son rociados con el
herbicida para que nada crezca, salvo los transgénicos. También está
permitido su uso en cítricos, frutales de pepita (manzana, pera,
membrillo), vid, yerba mate, girasol, pasturas, pinos y trigo. A partir
del avance transgénico, aumentó geométricamente el uso del glifosato,
desarrollado y comercializado inicialmente por Monsanto desde la década
del ’70, aunque en el 2000 se venció la licencia y en la actualidad lo
producen un centenar de empresas.
A medida que crecía la siembra de transgénicos, y mayor era el uso de
agrotóxicos, se sumaban las denuncias por daños a la salud la salud.
Caso emblemático de Argentina es el de las Madres del Barrio Ituzaingó
Anexo en Córdoba, que incluso llegó a juicio penal con condenas para el
productor y el fumigador. Y también se sumaron los estudios científicos
que daban cuenta de abortos espontáneos, cáncer, malformaciones y
afecciones agudas, entre otras consecuencias.
OMS
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC)
es un ámbito especializado de la Organizaciones Mundial de la Salud
(OMS). Luego de un año de trabajo de 17 expertos de once países, el 20
de marzo emitió un documento inédito: “Hay pruebas convincentes de que
el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay
pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”.
Detalla que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de
agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones
científicas desde 2001. Y destaca que el herbicida “también causó daño
del ADN y los cromosomas en las células humanas” (situación que tiene
relación directa con el cáncer).
El IARC-OMS recuerda que, en estudios con ratones, la Agencia de
Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos había clasificado al
glifosato como posible cancerígeno en 1985 pero luego (1991) modificó la
calificación. Los científicos del IARC consideran que, desde la
reevaluación de la EPA hasta la fecha, hubo “hallazgos significativos y
resultados positivos para llegar a la conclusión de que existen pruebas
suficientes de carcinogenicidad en animales de experimentación” y
afirman que estudios en personas reportaron “incrementos en los
marcadores sanguíneos de daño cromosómico” después de fumigaciones con
glifosato.
El documento se llama “Evaluación de cinco insecticidas
organofosforados y herbicidas”. Fue publicado en la sede del IARC en
Lyon (Francia) y remarca que las evaluaciones son realizadas por grupos
de “expertos internacionales” seleccionados sobre la base de sus
conocimientos y sin conflictos de interés (no puede tener vinculación
con las empresas). Publicaron un resumen de dos carillas y en breve
estará el detalle en el denominado “Volumen 112 de las Monografías del
IARC”.
En sangre y orina
La organización internacional recuerda que el glifosato es el
herbicida de mayor uso mundial. Se utiliza en más de 750 productos
diferentes para aplicaciones agrícolas, forestales, urbanos y en el
hogar. Su uso se ha incrementado notablemente con el desarrollo de
variedades de cultivos transgénicos y precisa que el agroquímico “ha
sido detectado en el aire durante la pulverización, en agua y en los
alimentos”. Y reconoce que la población “está expuesta principalmente a
través de la residencia cerca de las zonas fumigadas”. Precisa que el
glifosato se detectó en la sangre y la orina de los trabajadores
agrícolas.
Con la nueva evaluación, el glifosato fue categorizado en el “Grupo
2A”, que significa en parámetros de la Organización Mundial de la Salud:
“Probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esta categoría se
utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de carcinogenicidad en humanos y
“suficiente evidencia” en animales de experimentación. La evidencia
“limitada” significa que existe una “asociación positiva entre la
exposición al químico y el cáncer” pero que no se pueden descartar
“otras explicaciones”.
El IARC-OMS trabaja sobre cinco categorías de sustancias que tienen
relación con el cáncer. El “Grupo 2A” es la segunda categoría en
peligrosidad, sólo superada por “Grupo 1”, donde se ubican, por ejemplo,
el asbesto y la radiación ionizante. “Por la nueva clasificación, el
glifosato es tan cancerígeno como el PCB (compuesto químico que se usaba
en los transformadores eléctricos) y el formaldehido, ambos miembros
del Grupo 2A en cuanto su capacidad de generar cáncer en humanos”,
explicó Medardo Avila Vazquez, de la Red de Médicos de Pueblos
Fumigados.
“Se debe prohibir”
La publicación de la Organización Mundial de la Salud fue bien
recibida por las organizaciones sociales y científicos independientes
(no vinculados a las empresas). Aunque también coincidieron en que la
OMS tardó demasiado en reconocer los efectos del glifosato. “Es
necesario saludar al IARC y a la OMS por ponerse al día con las
investigaciones científicas. Es muy importante esta publicación, habrá
un antes y un después, ya que fortalece la posición de los que venimos
reclamando a las academias y a los responsables políticos la aplicación y
plena vigencia del principio precautorio (tomar medidas urgentes para
proteger a la población”, reclamó Damián Verzeñassi, de la Cátedra de
Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la
Universidad de Rosario. “La OMS lo admitió, ya no pueden quedar dudas,
el problema es mucho mayor de lo que se dice. El glifosato ha seguido el
mismo camino que el endosulfan, el DDT, el cigarrillo y el Tamiflu”,
explicó el investigador de la UNR.
Raúl Horacio Lucero, biólogo molecular e investigador de la
Universidad del Nordeste, llamó a aplicar de manera urgente el principio
precautorio vigente en la ley: “Se debe prohibir ya la comercialización
y aplicación de este veneno”. También lamentó la demora de la OMS: “Si
nos hubieran escuchado hace diez años se hubieran salvado muchas vidas”.
Otros agrotóxicos
El IARC-OMS también evaluó al malatión (herbicida) y al diazinón
(insecticidas) como probable cancerígeno para los humanos (Grupo 2A, al
igual que el glifosato). Los insecticidas tetraclorvinfos y paratión
fueron clasificados como posiblemente cancerígeno para los seres humanos
(Grupo 2B, con pruebas convincentes de que estos agentes causantes de
cáncer en animales de laboratorio). Para el Malathion determinaron la
vinculación con daño en el ADNI humano y tumores en roedores.
Monsanto
La empresa Monsanto, creadora del glifosato (bajo la marca Roundup) y
principal señalada por la denuncias de perjuicios a la salud, siempre
defendió su agroquímico en base a la clasificación de la OMS. La
gacetilla institucional, que aún está en el sitio de Internet, llamado
“Acerca del glifosato”, resalta que la OMS lo ubica como “producto que
normalmente no ofrece peligro” y remarca en negrita un trabajo de 2004
en el que la OMS lo calificaba como “no cancerígeno”.
Monsanto siempre utilizó los argumentos de la OMS. Pero ayer cambió
de opinión: “La IARC ha estado bajo críticas tanto por su proceso como
el sesgo que ha demostrado”. La compañía acusó a la agencia de la OMS de
que su conclusión no es exhaustiva, la considera “sesgada” y la acusa
de no basarse en “ciencia de calidad”. Advirtió que ya entró en contacto
con la OMS para solicitar una revisión del trabajo.
El comunicado de la mayor corporación del agro mundial sostiene que
la clasificación de la IARC-OMS “no se apoya en datos científicos”.
Alcanza con ver el documento oficial de la Agencia Internacional para la
Investigación contra el Cáncer (IARC) para contabilizar al menos 16
trabajos científicos que confirman los efectos de los agroquímicos. Se
citan investigaciones de 1985 hasta de 2015. No figuran los trabajos de
David Saltamiras ni de Gary Williams, dos científicos que suelen atacar
todo argumento académico contrario a los transgénicos y a los
agroquímicos. No es casual: Saltamiras y Williams son empleados de
Monsanto y por eso sus trabajos no figuran en la evaluación de la OMS.
Monsanto fue la creadora y mayor comercializadora de glifosato. En el
2000 venció su licencia, lo que abrió pasó a que otras empresas lo
produzcan. En Argentina producen el herbicida las compañías Syngenta,
Basf, Bayer, Dupont, Dow Agrosciences, Atanor, YPF, Nidera, Nufarm, Red
Surcos, Vicentín y Sigma Agro, entre otras.
Carrasco tenía razón
Según estadística de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y
Fertilizantes (Casafe), que reúne a todas las grandes empresas de
agroquímicos, en 1996 (cuando se aprobó la primera soja transgénica) se
usaban en Argentina once millones de litros de glifosato. En 2012 se
vendieron 182 millones de litros de glifosato. Desde hace tres años que
Casafe no hace públicas las estadísticas de uso. Sí lo actualizó la Red
de Médicos de Pueblos Fumigados. Afirma que en los campos argentinos se
arrojan 320 millones de litros de glifosato por año y trece millones de
personas en riesgo de ser afectadas por el químico.
Andrés Carrasco, jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la
Facultad de Medicina de la UBA e investigador principal del Conicet,
confirmó en 2009 que el glifosato producía malformaciones en embriones
anfibios, incluso en dosis hasta muy inferiores a las utilizadas en el
campo. En 2010 publicó su trabajo en la revista científica
estadounidense Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en
Toxicología). Debió enfrentar una campaña de desprestigio por parte de
las empresas, de sectores de la academia y de funcionarios políticos,
como el ministro de Ciencia, Lino Barañao. “Los transgénicos y los
agrotóxicos en Argentina son un experimento masivo a cielo abierto”,
solía advertir en disertaciones y entrevistas. Carrasco, fallecido en
mayo de 2014, afirmaba que la mayor prueba de los efectos de los
agrotóxicos no había que buscarlas en los laboratorios, sino ir a las
comunidades fumigadas.
Raúl Horacio Lucero, investigador chaqueño, le escribió ayer un
correo a este periodista: “¿De qué se disfrazarán ahora los expertos del
Conicet que tanto atacaron a Andrés Carrasco?”.
Viviana Peralta de San Jorge (Santa Fe), Laura Mazzitelli y Elio
Servín de La Leonesa (Chaco), Fabián Tomasi y Don Julio Ariza (Entre
Ríos), Miriam Samudio de Puerto Piray (Misiones), Sofía Gatica y María
Godoy del Barrio Ituzaingó (Córdoba), María Cristina Monsalvo y Víctor
Fernández (de Alberti, Buenos Aires). Una mínima muestra de quiénes
denuncian desde hace años los efectos de los agroquímicos. Fueron, la
mayoría de las veces, desoídos y maltratados por el poder político,
judicial y mediático.
La Organización Mundial de la Salud comenzó a reconocer que los vecinos de a pie tenían razón.
fuentes:
http://www.lavaca.org/notas/confirmado-la-oms-ratifico-que-el-glifosato-de-las-fumigaciones-puede-provocar-cancer/